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Vino rosado

Una copa de vino rosado a la temperatura ideal es tan refrescante que funciona perfectamente bien para acompañar casi cualquier momento del día. Es fácil de beber y esta es una de sus mayores virtudes. No es lo mismo adentrarse al mundo del vino probando por primera vez un crianza, reserva o gran reserva, que un rosado. Esto no demerita al rosado ni mucho menos. Sucede todo lo contrario, lo convierte en el gancho perfecto y en una excelente opción para maridar con diversas gastronomías.

Para hablar de vino rosado hay que empezar explicando qué es el hollejo y qué es el mosto. El hollejo no es más que la piel de la uva y es ahí en donde radican gran parte de los taninos. Los taninos contienen los colores, el cuerpo y demás características del vino en general. El mosto, por otro lado, es el jugo que se obtiene de la uva al momento de estrujarla.

El proceso del vino rosado es muy similar al del tinto y el blanco, solo que el tiempo que el mosto está en contacto con el hollejo es menor. Este proceso se llama ‘maceración’. En vinos tintos la maceración dura semanas, mientras que en los blancos es de tan solo unas horas. En el caso del rosado, el proceso de maceración es de poco más de un día y esto es lo que le da la ligereza, frescura y empatía hacia con cualquier paladar.

Así que ya sabes, la próxima vez que veas un vino rosado en tu expendio vinícola habitual, no dudes en hacerte de él. En su interior encontrarás más de lo que a simple vista puedes percibir.

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